De Bogotá a Ottawa: estudiantes de la Fibog en el IEEE AP-S URSI 2025

Del 13 al 18 de julio de 2025, la ciudad de Ottawa, Canadá, acogió el Simposio Internacional IEEE sobre Antenas y Propagación (AP-S) y la Reunión Norteamericana de Radiociencia (URSI) en el Centro Rogers.

El evento, copatrocinado por el IEEE AP-S, el Comité Nacional Canadiense (CNC) y el Comité Nacional Estadounidense (USNC) de URSI, reunió a expertos internacionales en antenas, propagación, electromagnetismo, comunicaciones inalámbricas y teledetección. En medio de este escenario , tres estudiantes de la Facultad de Ingeniería de la sede Bogotá obtuvieron el segundo puesto en la competencia estudiantil. Hoy conversamos con Fabián Fracica y Nicolai Rodríguez, quienes nos cuentan cómo vivieron esta experiencia en Canadá, los detalles de su propuesta y el valor que tiene la investigación en el pregrado no solo para aplicar y expandir conocimientos técnicos, sino también como un espacio para fortalecer habilidades sociales, culturales y de trabajo en equipo.

¿Cuál fue el proyecto que presentaron?

Nicolai:  Lo que teníamos que hacer era diseñar un radar capaz de detectar objetos que emitieran señales, es decir, objetos radiantes como celulares, drones o cualquier dispositivo similar. Este concurso era de carácter estudiantil y hacía parte de la conferencia anual APS URSI, enfocada en antenas y propagación. La idea consistía en trabajar con un ensamble de antenas, o un array, que pudiera seguir un dispositivo en movimiento. En teoría, esto ya se ha desarrollado antes y existen varios ejemplos, pero el requisito clave era que fuera de bajo costo, lo cual hizo el proceso mucho más desafiante. Además, debía ser un diseño accesible para cualquier persona. En nuestro caso, uno de los aspectos más valorados fue que, si alguien recibía nuestro prototipo con un instructivo sencillo, pudiera armarlo fácilmente: conectar, configurar el setup, dar clic y visualizar los resultados. Esa simplicidad fue un criterio muy importante. Durante la competencia también vimos propuestas impresionantes, pero en muchos casos eran sistemas demasiado complejos y costosos. Nosotros apostamos por la sencillez y la accesibilidad.

Ustedes vienen de un país suramericano, con los retos y limitaciones que esto implica en el acceso a recursos y tecnología. ¿Cómo influyó esa realidad en la manera en que pensaron y desarrollaron su propuesta?

Fabián: Sí, la verdad que sí. Algo que siempre tenemos muy presente acá en la universidad es que los montajes deben ser de bajo costo, sí o sí, por las limitaciones que tenemos en los presupuestos. Entonces, cuando pensamos la propuesta para la convocatoria del concurso, teníamos clarísimo que debía ser muy económico. El presupuesto máximo para materiales era de 1.500 dólares, y nosotros gastamos alrededor de 550 —no recuerdo la cifra exacta—. En contraste, el equipo de Waterloo usó un solo lente que costaba unos 2.000 dólares, y para ellos eso seguía siendo ‘bajo costo’. Ese contraste fue muy evidente, porque para nosotros 550 dólares ya es una inversión considerable. Así que sí, diría que el hecho de acostumbrarnos a reducir costos fue clave en el desarrollo del prototipo.

¿Y en el plano cultural? ¿Cómo vivieron esa experiencia?

Nicolai: Fue interesante. Primero, el idioma: el choque con el inglés lo hacía todo muy curioso para nosotros. Apenas bajamos del avión, en migración nos estaban esperando en la salida y nos pidieron el pasaporte; empezaron a hacernos preguntas de rutina y esa primera interacción nos puso un poco tensos. Pero después todo fue muy tranquilo y chévere. Algo curioso fue que había un equipo de una universidad española, pero la mayoría de sus integrantes eran latinoamericanos. Ellos fueron el primer grupo con el que interactuamos: hablamos toda la mañana y, a lo largo del concurso, nos hicimos muy amigos. Incluso llevaron dulces para compartir con quienes se acercaban a preguntarles, y también nos dieron a nosotros. Eso nos pareció un detalle muy bonito.

En cuanto al choque cultural, sí fue un poco complicado, sobre todo por el idioma y la comida. A veces no sabíamos qué comer. Por fortuna, en la conferencia nos daban el almuerzo, pero las otras comidas las teníamos que resolver por nuestra cuenta. Comprar también era difícil porque en Canadá, a diferencia de aquí, los impuestos no están incluidos en el precio, así que si algo valía 10 dólares canadienses, en realidad terminaba costando 12 o 13. Eso nos golpeaba un poco en lo económico. Otra experiencia curiosa fue que nos hospedamos en una zona de Canadá donde solo se habla francés. Gabriela no sabía hablar nada de francés, eso fue durísimo. Recuerdo que el primer desayuno fue en un McDonald’s y nadie hablaba inglés, así que casi no logramos pedir nada. Al final fue divertido, pero sí fue un reto.

Nos hablan que esta propuesta puede ser llevada a colegios. Las investigaciones que  ustedes realizan en la Facultad de Ingeniería, ¿para quién están pensadas?

Nicolai: A mí me apasiona investigar. Me encanta la ciencia y, en mi filosofía personal, la entiendo como una herramienta para ayudar a los demás. Muchos de los proyectos del semillero tienen justamente ese enfoque: no se trata solo de publicar un artículo que dé prestigio académico, sino de generar un impacto real en la vida cotidiana de las personas. En la mamá que alimenta a sus hijos, en quienes no tienen recursos y necesitan agua potable. Investigo porque creo que la ciencia debe servir para mejorar la vida de la gente.

Y, ¿cómo se piensa la investigación en ingeniería? ¿tiene un enfoque interdisciplinar?

Nicolai: Empezamos siendo un capítulo del Instituto de Ingenieros Eléctricos y Electrónicos, pero yo quería enfocarme más en la investigación y en unir a más personas para hacer más proyectos. Cuando lo fundé tenía varias ideas en mente, pero claro, no contaba con los conocimientos para desarrollarlas todas. Entonces empecé a convocar personas como Fabián, que tiene otra experticia, y otros amigos que ahora están en Alemania y también aportaron desde sus conocimientos. Ellos me fueron colaborando y, a su vez, trajeron más personas con esa misma experiencia, y así fuimos creciendo. Recientemente llegó el profesor Nicolás Mora, que también tiene un perfil muy afín a lo que me interesa, y gracias a esa articulación surgió lo de Ottawa.

Para darte un ejemplo concreto: en 2022 empezamos a notar que los casos de acoso a las compañeras en el transporte público estaban aumentando. Fue muy duro, porque varias de mis compañeras me contaron que lo habían vivido. Ante esa situación se me ocurrió fundar un equipo integrado solo por mujeres, otra línea de investigación, orientada a buscar, a través de la tecnología, cómo mitigar el acoso en el transporte público. La idea fue diseñar un dispositivo tipo manilla, con un sensor portátil, que al activarse emita una alerta: puede sonar en el Transmilenio, avisar a familiares cercanos o incluso a la policía. En general, la apuesta es esa: pensar en soluciones para las personas en su vida diaria, que realmente necesiten ayuda. Otra línea de investigación que trabajamos es la purificación de agua con ondas electromagnéticas. Hay comunidades que no tienen acceso a agua potable, y buscamos métodos —funcionen o no en el primer intento— que permitan avanzar hacia soluciones para garantizar ese acceso.

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